Entre la indefensión y la indignación

Así es la tensión que nos sostiene en una especie de equilibrio bipolar entre dos fuerzas, la que nos hunde con las pérdidas y el dolor, y la que nos levanta con la rabia que produce, –al menos entre los que hacen uso del pensamiento crítico para cuestionar los relatos–, la tremenda incapacidad e indolencia con la que se ha manejado la emergencia, especialmente en Guayaquil.

Escribo impulsada por la indignación que me da el ver que gana espacio la narrativa que pretende lavar los pecados del Estado con la sangre de los guayaquileños, narrativa aupada por la idiosincracia del “pegue, patrón” y del “si te caes, te pego encima” que le decían ciertos padres y madres a sus hijos cuando eran pequeños, y estaban haciendo algo que podía significar un resbalón. Es una combinación letal de la falta de dignidad de una población más la falta de empatía y de asumir las responsabilidades de adultos, o de gobernantes, en este caso.

Pero ahí no queda todo. A la falta de empatía, de capacidad de respuesta, de planificación, hay que sumarle la voracidad de los delincuentes que siguen robando en medio de los cadáveres. Ya es hora de que esto nos indigne lo suficiente como para dejar de mantener la compostura, y exigirle a Lenín Moreno, de una vez por todas, que muestre un ápice de decencia y deje de agradecerle a Paúl Granda. Y al resto funcionarios que dejen de salir en fotos y videos junto al indeseable, como si no supiéramos de los negociados que Granda permitió, y seguramente sigue permitiendo, ¡nada más y nada menos que en el IESS! El IESS maneja miles de millones de dólares que no son dinero del Estado, sino de los afiliados. ¿Cómo podemos tolerar que un tipo moralmente desautorizado como Paúl Granda siga decidiendo el destino del dinero de los afiliados? ¿Qué nos está diciendo el presidente Moreno, y el resto de funcionarios que no se inmutan ante esta barbaridad! Nos están diciendo, claramente, que no les importa, que no tienen problema alguno que el dinero de los afiliados siga siendo manejado por una mafia a la que los miles de muertos no les ha disminuido en nada su apetito por seguir robando. Ese robo sistemático se paga siempre en vidas, hoy más que nunca.

Mientras eso no ocurra, mientras el gobierno no muestre ese mínimo de voluntad de decencia, de transparencia, de integridad, me opongo a entregarles más recursos, más poder, más apoyo.

Aunque salgan a amenazar a la asamblea de inútiles (salvo pocas excepciones) con la muerte cruzada, aunque se paren de cabeza, aunque se tomen un millón de fotos cuasi idénticas fungiendo de héroes con mascarillas y trajes de bioseguridad, y nos reten como a impúberes en cadena nacional. 

Si quieren gobernar, sean gobierno, sean líderes. No hay liderazgo sin credibilidad, y no hay credibilidad sin transparencia y sin integridad. Ya basta de usar la emergencia para sostener a tantos ladrones. No abusen de nuestra indefensión, que es temporal, como la pandemia. Téngannos un poco de miedo, todo tiene su límite, la paciencia ciudadana también.

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