La comparsa

Se dice que la Política es el mayor de los espectáculos. Antes de la radio, de la televisión, y mucho antes del internet, para ser político era condición sine qua non tener dotes actorales, ser capaz de movilizar las emociones de las masas con grandes discursos, emitidos con voz y gestos histriónicos. Hoy la Política como espectáculo tiene mucha competencia, ya no convoca la atención tan fácilmente, porque compite con una infinidad de fuentes de entretenimiento e información, que además, están en la palma de nuestra mano. Tal vez por esa pérdida de público masivo, la Política ahora representa apenas una triste comparsa, donde hay unos pocos protagonistas y muchos extras, cuyo papel es simplemente que el desfile barato continúe, a costa del público semi ausente que, como siempre, terminará pagando la puesta en escena que armen los disfrazados de gobierno y los disfrazados de élites, cortesanos y comensales de Palacio, todos los enchufados al guion del status quo.

El guion actual dice que todos los que participan de la comparsa deben afirmar con la máxima vehemencia que el problema mayor que tiene nuestro país en este momento es que enfrentamos la peor crisis económica de nuestra historia, producida en parte por la pandemia, –solo en parte–. He ahí una de las pistas que planteo para demostrar que hay una negación expresa de la realidad por parte de los protagonistas de esta farsa.

Me explico: nos han dicho que la mesa no estaba servida, que la corrupción de la década del saqueo correísta se llevó 70 mil millones de dólares, según cálculos de organismos internacionales, que con el paro de octubre de 2018 perdimos 821 millones, y que con la pandemia y la baja del petróleo el Estado dejará de recibir como 12 mil millones de dólares. Al mismo tiempo que nos hablan de estas cifras astronómicas, nos enteramos de que se roban –se siguen robando– millones en las compras llenas de coimas y sobreprecios en los hospitales públicos. ¿Quiénes son los ladrones despiadados? Funcionarios de este gobierno y contratistas de este y del anterior gobierno que siguen siendo amigos y socios en su ruindad, que les permite hacerse millonarios con la muerte de los más pobres. Paremos ahí un momento. La mesa no estaba servida, nos saquearon 70 mil millones de dólares, y ante la ruptura de Lenín Moreno con su exlíder y héroe legendario Rafael Correa, Moreno exclamó “¡caiga quien caiga!”, “¡cirugía mayor a la corrupción!”, pero la cirugía, –término médico–, nunca llegó. Al contrario, ha sido en los hospitales que maneja el gobierno de Lenín Moreno donde la gangrena de la corrupción parece imposible de contener, porque la Política decidió usar a la salud de los afiliados al IESS, y de los más pobres como botín político para comprar alianzas de miserables que le sirvieran para aprobar leyes que no resolverán un ápice del problema real del Ecuador, ese del que no habla ninguno de los que tienen un triste papel en la comparsa.

El problema mayor que tiene nuestro país, amigos, no es un problema económico, es un problema moral. De nada sirve que se aprueben leyes que falsifican más la realidad, que se rasguen las vestiduras los periodistas ilustrados describiendo caricaturas donde los que votan contra el gobierno son archivillanos, y los buenos son los que votan con el gobierno, ese que nos roba hasta cuando meten a una madre, a una hija, a un hermano, a un abuelo muerto en una funda de plástico que luego, tal vez, se pierda en medio de miles de cadáveres, muchos, muchísimos de los cuales, posiblemente, no habrían muerto si la pandemia de la corrupción no fuera tan generalizada, tan perversa, y tan sostenida por quienes forman parte de la comparsa, o sea por los cómplices de que nos sigan saqueando.

Finalmente, mientras tú y yo sigamos siendo parte del público ausente, y permitamos que ilustrados sigan llamando “minucias” a las mentiras de los ministros y gobernadores, mientras sigamos escuchando de los seudo líderes frases como “tregua política” y “unidad nacional” para encubrir la metástasis del Estado y del Ecuador sin esperanza, mientras nos parezca normal que la oposición que desconoció al actual presidente en mayo de 2017 hoy sea su mayor aliada, y lo más importante: mientras no haya una declaración de valores innegociables por parte de un grupo de ecuatorianos lúcidos que exija el cese de la impunidad de todos los corruptos, públicos y privados, y el fin de la hipocresía de la opinión absurdamente condescendiente con la podredumbre, este show de la muerte y de la descomposición continuará. 

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